miércoles, 25 de abril de 2007

En contra del fútbol

Soccer

Odio el fútbol, lo admito, y ese mismo odio me ha costado malas caras, algunos amigos y uno que otro comentario en contra de mis tendencias sexuales. Como sea…las malas caras las encuentra uno en todos lados, los amigos lo encuentran a uno y mis tendencias sexuales no son "anormales". Sin embargo, mi odio al fútbol sigue intacto…Y digo eso porque al vivir en una familia en la que la mayoría somos hombres, siempre he estado en contacto con el tan famoso “rey de los deportes” y por lo tanto puedo hablar de sus aspectos negativos, no sólo en el fútbol profesional (gracias a Beckam ahora está de moda el maquillaje masculino) sino en el barrial, que es el más inmediato a todos nosotros…

Empecemos por las lesiones: no conozco a ningún futbolista –profesional o no- que no haya sufrido por lo menos una distensión de ligamentos, una contractura o una luxación (utilizando la terminología adecuada) agregado a cualquier otro tipo de golpe, chibolo, patada u ojo morado a causa de una de esas peleas que suelen ser tan comunes en el fútbol barrial, pues ése si es un homenaje al mal gusto: gente sin camisetas de unas 200 libras sudando, “mandándose a la madre”, dándose de puñetes y peleando sin sentido.

Aún así, lo más divertido del fútbol barrial son las inauguraciones, pues ahí sí que desfilan familias enteras, incluido el perro y la madrina (que si no es la sobrinita de cuatro años, es la amiga de uno de los jugadores que por su look más bien parece sacada de un video de technocumbia) No obstante, cuando uno piensa que se acabó el desfile, que para mala suerte siempre se organiza en un día cuando el sol es insoportable, empiezan los partidos, y con ellos otro espectáculo: jugadores que van con rodilleras, vendas, banditas de capitán, bloqueador solar que hace que parezcan indios y mil accesorios para jugar tan sólo cinco minutos y salir lesionados por un calambre, “no importa, vinimos a divertirnos y a hacer deporte” dicen, pero después del partido se quedan en la cancha tomando unas “dos bielitas”, con lo que echan a la basura cualquier esfuerzo físico que pudieron haber hecho.

Y como si fuera poco, mientras dentro de la cancha se insultan, se pegan e insultan su hombría…al salir, se abrazan, se felicitan, y lo mejor…hasta cambian camisetas, que para ese momento están tan sudadas y manchadas de lodo (en el mejor de los casos) que más bien parecen manteles de cocina…¿Hipocresía? Yo prefiero llamarlo ritual, que no termina en las canchas barriales, sino que continúa en los interminables y fastidiosos reprises en la televisión, en el dolor de músculos de los días siguientes, en las rodillas que nunca terminan de sanarse y en las constantes visitas al estadio que casi siempre terminan en más insultos…En esos casos, mi único consuelo son la cerveza y las empanaditas de morocho…

1 comentario:

Dano dijo...

Hola doy dano. Pues es un punto de vista interesante Juanpa, próximamente voy a publicar otra entrada para responder tu pregunta. Siempre pense que un "intento de retórica" ja, habla mejor. No es por que no quiera responder en este espacio. Me paece más oportuno hacerlo después. Gracias por el comentario, y tienes razón con lo de los niños jaja.